Libertad por la Lectura


Brasil aprobó este año el decreto „Redención por la Lectura“ que ofrece rebaja de penas a los presos que lean libros. Esta iniciativa es ya es un modelo internacional.



Entre tantos turistas de bermudas que abordan el vuelo de Sao Paulo a las cataratas de Iguazú contrasta un joven de saco y corbata que lleva bajo el brazo un mamotreto de derecho penal. La elegancia de su traje y el brillo de sus zapatos le hacen parecer un jurista para ricos, pero este es un abogado cargado de indignación que ha dedicado toda una década a la defensa de los reclusos de las cárceles de Brasil. Se llama André Pires de Andrade Kehdi.

En ese país hay medio millón de presos. El Observatorio de Educación de Brasil advierte que el 70 por ciento de ellos no terminó ni la primaria y el 8 por ciento es completamente analfabeta. Son gente que creció sin libros, pero con armas: con la calle por aula, la pandilla por comunidad y el patrón por maestro. Son jóvenes que llegaron directo de la favela a la reja.

La sociedad los desprecia a tal punto que la mitad de los brasileños aprobaría la pena capital, según un estudio del Núcleo de Estudios de la Violencia de la Universidad de Sao Paulo. Es decir, medio país apuesta por la rehabilitación de los presidiarios y otro medio país no les desea sino la muerte.

Esta controversia irrita al abogado André Kehdi: „Brasil es un país de muchas desigualdades y eso se refleja en una justicia criminal que castiga a los pobres y que no les asegura los derechos constitucionales. Es una justicia que perpetúa injusticias. En muchas prisiones brasileñas hay hacinamiento, maltrato y violaciones de los derechos humanos“.


Sin embargo, algo importante acaba de ocurrir en el sistema penitenciario. El gobierno de Brasil aprobó el promisorio decreto 276 de 2012 llamado también „Redención por la Lectura“ que les ofrece a los presos de las penitenciarías federales una reducción de cuatro días de pena por cada libro leído.

Este decreto se inspiró en el programa de lectura de la prisión federal de Catanduvas, instalada entre la nada en un rincón remoto de Paraná, a tres horas en carro de las famosas cataratas. Hacia allá se dirige el abogado André con el objetivo de conocer el modelo de primera mano.

En esta cárcel de máxima seguridad están recluidos los delincuentes considerados de más alta peligrosidad para el Estado y otros que por colaborar con las autoridades están amenazados de muerte. Allí no ha habido fugas ni revueltas porque el esquema de custodia es digno del estatus de sus reos.

El camino de llegada al penal es un largo zig zag con barricadas. Una vez adentro hay que pasar la prueba de color de las cámaras de vigilancia -porque quien esté vestido de negro, blanco, azul o verde no puede seguir- y atravesar por lo menos tres puestos de control con escáner de rayos X. A cada visitante se le asigna una escolta de dos guardianes armados como para ir a la guerra.


El abogado André ya ha superado estos protocolos de seguridad y camina ahora por un pasillo infinito, reforzado por una sucesión interminable de puertas de barrotes, hasta llegar a una cueva de hormigón sin luz del día donde se encuentran los calabozos, completamente aislados unos de otros por muros de concreto y puertas blindadas.


El guardián se acerca a una puerta y abre la estrecha ventanilla que sirve para entregarle al recluso comida y libros. Al fondo se ve al reo Carlos Alberto Lobo, sentado sobre su cama, leyendo la novela El niño con el pijama de rayas. Esta novela del irlandés John Boyne narra la historia de un niño cuyo padre es un oficial nazi encargado de dirigir un campo de concentración.

El abogado le pregunta a Lobo si encuentra alguna similitud entre el libro y su vida, y el preso hace un paralelo entre el nazi y su propio pasado criminal: „Al igual que él, yo tomé decisiones por la ganancia, por la codicia o para satisfacer mi propio ego sin pensar en los pro y en los contra, y más aún sin escuchar la opinión de aquellos que tenía cerca. El oficial nazi decidió hacer daño, las consecuencias las sufrió su familia.  La decisión fue mía: yo vagué, robé, trafiqué. Las consecuencias las sufre mi familia“.


El abogado le pregunta con qué personaje de la literatura se identifica, y él menciona sin titubeos a Rodion Raskolnikov, el protagonista de la novela de Dostoievski Crimen y Castigo. Al igual que él, Carlos Lobo se entregó a las autoridades tras haber cometido su crimen: „Su conciencia fue su propia prisión, al punto de hacerlo confesar. Y yo ya viví eso.  Infelizmente o felizmente la conciencia fue mi prisión“.

Lobo hace una pausa y luego dice que su proyecto futuro es escribir un libro sobre su propia historia: „Después de estar 15 años encerrado sé que la vida allá afuera es una utopía, una ilusión. Donde se vive la realidad de la vida es aquí adentro en la cárcel.  Si alguien que quisiera ingresar a la vida que yo ingresé leyera mi libro estoy seguro de que cambiaría su pensamiento“.

El preso Carlos Lobo es un hombre tan reflexivo que al abogado le entran ganas de saber cómo una persona con tal inteligencia se enredó en la delincuencia. Al leer su expediente descubre que Lobo vivía de pintar casas para alimentar a sus cinco hijos hasta que se involucró con la banda de narcotráfico de su favela en Río de Janeiro. Terminó condenado por homicidio y secuestro. Ya ha purgado 15 años de pena, pero aún le esperan otros 15 años en reclusión.

Se cierra la ventanilla de la celda. André Kehdi se dirige a la biblioteca donde lo espera Jocemara Rodrigues da Silva, una pedagoga joven y entusiasta que ha sido la madrina del proyecto de lectura. Gracias a su empeño, la cárcel consiguió cuatro mil libros mediante donación. Ella misma los clasificó y se los recomienda a los reclusos según los temas que a ellos les interesan. Anteriormente los reos consumían mucha literatura sobre espiritismo y reencarnación o se refugiaban sólo en la Biblia para ver pasar las horas, pero ahora han ampliado sus intereses a la literatura, el derecho o la ciencia.


No todos los libros sirven para la reducción de penas. El Ministerio de Justicia sólo ha aprobado 22 obras entre clásicos brasileros, textos de autoayuda y novelas contemporáneas para acogerse a este beneficio. (Ver recuadro al final)

Cada preso tiene un mes de plazo para leer un libro y redactar una reseña analítica del contenido en letra legible, con exposición clara de las ideas y un buen uso de los párrafos. El jefe de rehabilitación del penal, en este caso Jocemara, lee todos los textos, les hace observaciones de mejoramiento y los envía finalmente al juez para que él apruebe la reducción de pena. Si un preso logra leer 12 libros en el año puede obtener 48 días de libertad.

El abogado André ha tomado nota del modelo de lectura y se nota entusiasmado. Hay que decir que él es un crítico acérrimo del sistema penitenciario y no hace concesiones para denunciar los atropellos en las prisiones, pero esta vez reconoce una buena práctica que debería ser replicada.  El único aspecto negativo que encuentra es que el decreto favorece sólo a las cuatro penitenciarías federales de máxima seguridad y no cobija aún a las más de 500 cárceles ordinarias que operan en Brasil.

Antes de terminar su investigación pide hablar con otros prisioneros. Entre ellos conversa con Luciano de Freitas, juzgado por asalto armado.


El preso se ve emocionado con la oportunidad de hablar. Es lógico que quiera expresarse porque en su rutina la conversación es casi un lujo.  De las 24 horas que tiene un día permanece 20 horas aislado en su calabozo, dos horas en actividades de rehabilitación y dos más en el patio tomando el sol. Su medio de contacto con el mundo exterior son las cartas, los libros y una video llamada semanal con su familia.

„En la noche leo a Paulo Coelho –dice de Freitas-; durante el día, como el tiempo se demora más en pasar, procuro trabajar mi lado espiritual con el Evangelio. Al atardecer leo revistas como Muy Interesante para conocer mejor a la sociedad actual o me dedico a leer el libro que debo analizar para el programa de Redención por la Lectura“.

Luciano de Freitas lleva una década en reclusión y aún le faltan 20 años para cumplir la sentencia. Su gran sueño es terminar la educación básica y hacer la carrera de Turismo. Resulta paradójico que un hombre tras las rejas sin mayor posibilidad de sentir la libertad en menos de dos décadas anhele ser guía de viajes.

„Realmente la lectura abre nuevos horizontes. Sin embargo, puedo decir que lo que me está haciendo cambiar en profundidad es el sufrimiento de llevar aquí ya diez años. Yo creo que un preso no se resocializa por estar encerrado más de 20 horas en su celda.  Lo que rehabilita son los proyectos que le ayudan a utilizar su tiempo como el estudio, el trabajo, la pintura y la lectura“.

Lo mismo opina el abogado André Kehdi. Por eso, al salir de la prisión de Catanduvas llama de inmediato a sus colegas de la asociación civil Instituto de Defensa del Derecho a la Defensa con el fin de convocar a una campaña masiva de donación de libros para las prisiones de Sao Paulo. Su proyecto será impulsar la lectura en muchos otros centros penitenciarios donde no hay biblioteca o donde sólo se les ofrece a los reclusos novelas de ciencia ficción, folletines románticos o libros esotéricos. ¿Pero está el abogado realmente convencido del poder de la lectura para “redimir” a un presidiario?.

“Por lo que vi los presos se motivan a leer por la reducción de la pena, pero rápidamente esta rutina se convierte en un placer y en una forma de conocimiento. Creo que no dejarán el hábito de la lectura cuando salgan de la cárcel porque ya percibieron cómo los libros enriquecen su visión del mundo. Ellos son seres humanos. Mañana volverán afuera. Si se les trata con odio o como bichos, ellos salen como bichos.  Si uno busca transformar la persona que está aquí en alguien mejor, ella saldrá mejor“.



RECUADRO
Algunos títulos que reducen penas:
Breve historia del siglo XX - Geoffrey Blainey
La ladrona de libros - Markus Zusak
El guardián en el centeno - J. D. Salinger
Cometas en el cielo - Khaled Hosseini
Inteligencia Práctica - Karl Albrecht
Quién se ha llevado mi queso - Spencer Johnson
El arte de la felicidad - Dalai Lama
Don Casmurro -  J.M. Machado de Assis
Sagarana - João Guimarães Rosa
Incidente en Antares - Erico Verissimo

Publicado el domingo 16 de diciembre de 2012 en el suplemento Generación de El Colombiano

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