LA DIOSA DEL RING



Las mujeres indígenas que practican la lucha libre se han 
convertido en un ícono de Bolivia. 
Algunas son explotadas como espectáculo para turistas, 
pero otras son emancipadas y valientes 
como Carmen Rosa, la diosa del ring.

Frente al espejo del camerino, Carmen Rosa le reza con la cabeza gacha al Señor Jesús del Gran Poder. Le sudan las manos, se muerde los labios, tiene miedo. Acaba de cumplir 40 años y su pelo trenzado ya tiene las raíces tan blancas como las nieves del Illimani. La edad es un factor de riesgo para el combate que tendrá en pocos minutos contra la temible Rosa la paceña.

Pero hoy el origen de sus miedos no está en la pelea sino en el desafío que enfrenta en las elecciones. Lleva dos meses haciendo campaña como candidata al Concejo Municipal de La Paz y al final de este día de comicios sabrá si alcanza el triunfo político.  Esta mujer aimara se ha propuesto ganar en las urnas y en el ring.

El público entretiene la espera al ritmo de la tecnocumbia. Las mujeres bailan, los niños corretean y los hombres amasan bolas de hoja de coca que se meten bajo el cachete para ir mascando durante toda la tarde. Por diez bolivianos (unos 2.500 pesos) una familia entera tendrá diversión por tres horas. El precio equivale a diez pasajes de bus urbano o al valor de una botella de agua en un hotel de lujo.

La canción de Rocky III, “Eye of the tiger”, anuncia con su rasgueo eléctrico el inicio del espectáculo. Carmen Rosa desfila con altivez exhibiendo su pollera dorada de cuatro enaguas, la manta de lentejuelas que le trae suerte, el sombrero bombín que aún paga por cuotas y el cinturón que la acredita como campeona nacional de lucha femenina.

Ya en el cuadrilátero, su sonrisa pícara adornada con incrustaciones de oro en los dientes frontales se transforma repentinamente en las fauces de una leona. Ningún espectador se imaginaría que tras su gesto bravucón hay un corazón que late de nervios a la velocidad de un ventilador.

En cuanto el árbitro dé la orden, empezará la pelea…


Espíritu indomable
La pose desafiante de Carmen Rosa es el resultado de un vida rebelde. Desde la infancia aprendió el oficio familiar de recolectar hoja de coca en el Valle de los Yungos de donde son sus raíces y se gastó la juventud entre las cuatro cosechas anuales que deja esta planta sagrada; sin embargo, se aburrió de la rutina y contra el mandato de su padre agricultor se fue a La Paz a probar suerte como artesana.

En la ciudad conoció a Oscar Cahuasa a quien convirtió en su marido, en padrastro de su primogénita, en socio de su negocio de bisutería y en coautor de su hijo Bismarck, bautizado así en honor al legendario luchador mexicano que alguna vez doblegó a Santo “el enmascarado de plata”.

Hace una década, cuando sus niños lograron por fin saltar a la adolescencia, Carmen Rosa desempolvó su sueño de ser luchadora: no del estilo deportivo que se ve en los olímpicos sino del arte acrobático con toque teatral. Sus nuevos colegas recelaron de su condición femenina, indígena y de pollera, y su propio marido se opuso cuando empezó a ver a su mujer descalabrada por la muenda que aguantaba en la tarima.

Sin embargo, ella esquivó los reproches con la misma fortaleza que la hizo invulnerable a los golpes. Dejó el trabajo, mejoró en cada entrenamiento y se unió a un empresario con buen ojo para los negocios que vio en la pelea de mujeres de pollera un acto exótico para atraer turistas. El hombre rebautizó la función con el nombre de “Cholitas Voladoras” y montó toda una industria de espectáculo rudo en el multifuncional de la población de El Alto.


La estrategia tuvo éxito inmediato, los extranjeros inundaron de dólares la taquilla y las agencias de viajes diseñaron costosas excursiones para sumergir a sus clientes en lo más hondo de la cultura popular. Pero el empresario amarraba la plata mientras las luchadoras se ganaban los moretones.
Carmen Rosa se indignó al ver que el salario no mejoraba, que les incumplían la promesa de obtener seguridad social y que la fama no le rentaba ni un poquito al bolsillo; por eso armó una disidencia y fundó la asociación de mujeres luchadoras “Las Diosas del Ring” por el orgullo, la identidad y el respeto.

Con ella se fueron Yolanda “la amorosa”, Julia “la paceña”, Claudina “la maldita”, Rosita “la rompecorazones” y Anita “la vengadora”. Fue tal la rabia del empresario con esta fuga que rebautizó a la luchadora más corpulenta que le quedó en su negocio con el nombre de Carmen Rosa. Desde entonces, nuestra protagonista se presenta como Carmen Rosa “la verdadera”.
En lugar de actuar para los turistas, Las Diosas del Ring convocan a la gente del barrio en el coliseo Villa Victoria de La Paz. Su nuevo manager es “Criatura de Dios”, un hombre de 90 centímetros que se presenta formalmente con el apodo de Chucky (por el muñeco de la película) y que no voltea a mirar si se le llama por su nombre de pila que es Cresencio.

Chucky se convirtió en el luchador más famoso del país el pasado mes de marzo cuando, en pleno día del padre, su joven esposa que casi le dobla la estatura dio a luz a su primer hijo. El periódico más leído de Bolivia que se llama La Razón les dio primera página.

Empieza la lucha…


“Criatura de Dios” da la señal y empieza la pelea. Carmen Rosa revienta en un tornado de patadas voladoras para provocar a Julia la paceña quien devuelve la amenaza con una rutina de puños al aire. Las dos luchadoras corren por el entablado, agarran impulso y se empujan como fieras.


Bismarck observa la lucha, pero su atención está pegada a la emisión de los resultados electorales por la radio. Estos comicios de 2010 son históricos no sólo para su mamá candidata sino para todo Bolivia puesto que por primera vez se eligen gobernadores y asambleístas por voto popular, al tiempo que se promueve mayor autonomía indígena en las Alcaldías y Concejos.

Carmen Rosa deja que la paceña la inmovilice con una llave de judo, por andar distraída pensando en política. Sueña ser concejala para traerle seguridad a su barrio y evitar que la comunidad, ante la falta de fuerza pública, siga linchando a los delincuentes bajo la sentencia: “ladrón pillado será quemado”.

La bandera de esta luchadora es el respeto a la vida; y justamente por ese contraste entre su liderazgo pacifista y su rudeza en el cuadrilátero fue escogida como protagonista de la cinta estadounidense “Las mamachas del ring” y de la película alemana “Cholita Libre” que se estrenará en el festival de cine de Locarno.


Julia aprovecha el nerviosismo de su competidora para lanzarse encabritada contra ella con la fuerza de un huracán. El público se queda sin aliento: Carmen vuela piernas arriba, trenzas abajo, enaguas al viento y se enrosca en vuelta de carnero hasta caer estrepitosamente sobre los tablones del escenario.

Tendida en el piso y aplastada por su rival, Carmen Rosa piensa que su dolor físico tiene su recompensa. Gracias a la lucha libre ha sido aplaudida en el extranjero, ha montado en avión y ha conocido el mar, aunque la ganancia es tan poca que para pagar el cuarto donde vive con su familia tiene que vender almuerzos ejecutivos por un dólar en un kiosko de comidas.

La campeona se siente agotada. Para rematar, su hijo Bismarck le da a entender por señas que la radio no trae buenas noticias sobre las votaciones. El público grita: “que se rinda, que se rinda”. La predecible derrota en las urnas la tiene a punto de capitular en el ring. Pero, ¿por qué rendirse?, piensa. Ya vendrán otras elecciones y otra esperanza. Hace diez años una mujer de pollera como ella sólo aspiraba al servicio doméstico y hoy puede ser luchadora, candidata y dirigente.

Con este pensamiento como ilusión, Carmen Rosa se levanta, despliega una coreografía de golpes, ejecuta un salto mortal que le da el triunfo sobre Julia la paceña y con los brazos en alto lanza el grito de batalla que todo boliviano lleva en el corazón desde los tiempos de la guerra contra Chile: “¿Qué me rinda yo? Que se rinda su abuela, carajo”. 


Crónica publicada en el suplemento Generación del periódico El Colombiano, el 25 de abril de 2010. En la foto:  "Puño letal" junto a Carmen Rosa, nuestra diosa del ring.